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Mostrando entradas de diciembre, 2016

CAJÓN DE SASTRE

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En los albores de un nuevo año parece que entra como una especie de urgencia a la hora de hacer recuento de trescientos días que han pasado —para bien o para mal— dejando un poso de difícil calificación. Instalada en un realismo mágico del que comienzo a tomar conciencia y que empiezo a sospechar me conviene huir para no caer en pesimismos inductores de estados poco convenientes, prefiero creer que dos mil dieciséis en lugar de un año pésimo, ha sido un año puente de aprendizaje, intentando —no sé si conseguido— que todo ese bagaje adquirido sirva para enmendar errores o como poco para no cometer los mismos. Lo peor de todo son los propósitos de enmienda, terminan por quedar acomodados al final de un cajón del que no consiguen salir ni a gritos, siempre a vueltas con los desapegos que se anclan y no encuentran otra forma de vida que no sea quedarse en mi existencia. Nada permanece, todo es mutable por más que cueste admitirlo en según qué circunstancias. El desapego

MIRADAS

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Había en el color de sus ojos algo que iba más allá del cromatismo. Su mirada, ocultaba secretos que pugnaban entre la conveniencia o no de salir y mostrarse. Una profunda tristeza, amortiguada por la sonrisa con la que intentaba suavizar el dolor escondido bajo llave, ese que no puede ser compartido, porque, al fin, se está solo en un mundo donde la individualidad se reconoce como fortaleza. Con el tiempo aprendería que la paz la proporciona la apertura de escotillas; hay tormentas a las cuales se debe dejar crecer y dar salida antes de que se conviertan en inundación. Un mar plagado de desdichas trae tras de sí un sol que seca y renueva; nada permanece inamovible, todo se transforma. Los espejos engañosos, transmiten imágenes distorsionadas según el espíritu observador. Desde una laxitud que incomoda y paraliza se abren caminos, enardeciendo sendas por las que no se debe volver a pisar. Lo que trata de ocultar la sonrisa, queda desvelado a través

LA ESCLAVITUD DE LAS TRADICIONES

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La esclavitud de las tradiciones. Esta es mi definición para unas fiestas absolutamente paganas, disfrazadas de religiosidad fingida, en las que todos intentan aparentar el don de la benevolencia, tan olvidado cuando recogen y empaquetan los adornos navideños. ¡Cuánto deseo de felicidad, cuanta condescendencia! Personas que no se hablan, que no se recuerdan a lo largo del año. Es navidad: vamos a aparentar ser aquello que ni por asomo forma parte de nuestra idiosincrasia; juguemos a que todo está bien, a que no pasa nada por debajo de la neblina que producen tantas luces destellantes. Buscando información, la conclusión a la que llego es, que sea cual sea el punto del planeta, allí donde los cristianos son minoría, esta fiesta es puramente comercial y, excusa para que parientes y amigos —olvidados a lo largo del resto del año— se reúnan con no se sabe qué fin, a no ser el atiborramiento y despilfarro de comida y artificios varios. El festín cristiano tiene sus orígenes en tiem

SER, ESTAR, PARECER…

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Aunque los anglosajones usan ser y estar en la misma forma, no ocurre ni es parecido en castellano. Ser se utiliza para describir las características de una persona o de una cosa. Estar se aplica para hablar de una ubicación o estado anímico. Parecer : tener determinada apariencia o aspecto. Esta introducción, aunque sabida, conviene para ir anotando las diferencias verbales existentes que tanto despiste genera. Hay ocasiones en que la mezcla de los tres verbos suscita una gran confusión. Tendemos a quedarnos en la imagen del ser , sin analizar el parecer , y terminamos colocando en el estar , aquello que es pura apariencia. Si teníamos poco en nuestro día a día, llegan las redes sociales para implementar un sistema arbitrario de imposible conjugación, donde el ser deja de lado sus características para pasar a una fase de pérdida de ubicación total, con el propósito de proyectar una imagen que, en ocasiones, poco o nada tienen en común con lo enfocado.