SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA

Siempre me gustó la buena gente, esa carente de dobleces, sin la mezquindad del apuñalamiento trasero y, sobre todo, por encima del absoluto, la que te proporciona una sonrisa o una risa a mandíbula abierta.

No me adapto, soy incapaz y negada para tener o estar al lado de alguien que no me haga reír. Lo he dicho en muchas ocasiones y una vez más lo reitero: «Si me haces reír me tienes ganada».

Quizás no supe elegir en cada momento lo más conveniente, pero me libré de las toxicidades a ritmo de rock and roll. Mi aterrizaje en según qué lares a veces no está programado, bueno, nunca programo nada, soy de moverme a impulsos y por intuiciones, estas últimas, aunque certeras, llevan a más de un equívoco y la mayor parte del tiempo no les presto atención, para terminar comprobando que, debería haberlo hecho.

Mi último aterrizaje me ha llevado a descubrir un mundo que, en principio me resultaba apetecible y añorado por mucho tiempo. No fue fácil como no lo es casi nunca el principio de las cuestiones. Pero con el transcurrir de los días encontré mi sitio en una jungla hostil —sigue siéndolo— atenuada por unos «guardianes» que me hacen la travesía feliz.

 Hablaré de dos «George’s». Uno será George I, el otro, George II. Para intentar dejar la «cosa» en el campo de la privacidad. Seguro que los interesados sabrán verse —o no— en según qué grado.

Paradojas de la vida, en principio, podría decirse que, poco es lo que nos une: ideas, forma de vida, pensamientos, enfoque…pero por esas cosas que nunca llego a entender del todo, tales como son, sincronizarse con personas tan distintas a ti a veces se da el milagro … o la causalidad…o vaya usted a saber.

George I: ¡uyyy, uyyy, uyyy! Me remito a lo dicho: poco en común. ¿A ver si va a ser eso lo que une y no lo que distancia de nuestras ideas? He de intentar cambiar los gustos musicales de este George, así, no nos vamos a entender.

George II: aquí la onomatopeya no da crédito y va a la deriva.

De los dos aprendo; falta y mucha que me hace. Convencida de que el Universo es sabio y pone siempre en tu camino a las personas necesarias. Cuando el cosmos se «confunde» asignando a las innecesarias, los desorientados somos nosotros, no sabemos de la lección requerida, por eso, y no por otra razón, emergen satélites que necesariamente deben aparecer para alumbrarnos el camino hacia lo «conveniente».

Estos dos asteroides ayudan a iluminar un espacio oscuro llenándolo de sabiduría y risa, esto último es imprescindible, no me agotaré diciéndolo. Agradecida y feliz por el «alunizaje». Ellos tan estoicos, yo, tan dadaísta, conformando un trío de difícil calificación…aunque en esto último siempre me ganan.

Me hubiera gustado definirlos en su naturaleza; no me atrevo, que luego las reclamaciones son difíciles de asimilar y de reivindicaciones tengo el saco lleno.

«Sólo sé que no sé nada».

Los George’s, saben, saben hasta lo que no saben y, de Sócrates, seguro que han aprendido la mayor lección de la vida, no seré yo quien la desvele aquí.

 

«El fin de la filosofía es la educación del individuo».

 

 

—Nothing is what it seems—...








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