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PASABA POR AQUÍ

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Como todo lo que no tiene un sentido definido, así, va pasando la vida. Entre choques, caídas y, a veces, aterrizajes sobre nubes de algodón. En cada caída te vas dejando un pedacito de existencia, de ti misma, de esa esencia de la cual estás hecha y, que a veces se confunde —te confunde— con la nada. Eres invisible para un mundo en el que no soñaste vivir. Cada día al despertar te preguntas: ¿hoy que me espera? Estamos diseñados para crear nuestras propias circunstancias hasta que la vida se pone de espalda y no sabes cómo darle la vuelta. Que todo es circular, que nada es lineal es algo que experimento a diario; pero que cuesta, cuesta mucho andar en círculos. Vas parcheando, engañando a tus «virtudes», «no pasa nada»…pero sí, pasa…pasa la vida y va dejando un reguero de frustración de difícil asimilación. Los juicios bailando con los prejuicios se desgastaron los pies. Y así…bailando… bailando… bailando…terminaron por no reconocerse…como en un minué dónde la galantería, el

ROCK AND ROLL...Y MÁS

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Cuando te asaltan las dudas siempre hay una canción que viene a clarificar ese estado al que no sabes poner forma. Momentos que te transportan a un mundo irreal —en nada lo es para ti— pero, sigues empeñada en creer en los fantasmas. ¡Qué buena la música! creo que de todas las artes es la imprescindible; se puede disfrutar, gozar admirando un cuadro, un libro, una obra de teatro…pero sin música la vida carecería de sentido…te lleva directamente en vuelo…a otros mundos…otros estados, anhelados, lejanos…¡cercanos! A través de ella alcanzas, tocas aquello inmaterial, pero, tan real que vive en ti. Hay letras que piensas «esto ya lo pensé yo, pero que bueno que alguien lo haya puesto en activo. «Días de gloria» del Boss … Bosé…Sabina... con letras para pensar que, en el momento de escribirlas, te hubieran conocido… ¡La Turner! ¡Me eleva hasta el infinito!...y, bailando con la vida que a veces se pone de back, todo cobra sentido —al menos por momentos— a través de la música…

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE ESCARLATA

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Scarlett no es la típica heroína de buen corazón y amada por todos, muy al contrario, es vanidosa, caprichosa y manipuladora. Consciente de sus encantos le encanta coquetear con los hombres. Si algo caracteriza a este personaje es la perseverancia y empeño que pone para conseguir lo que quiere, cosa que demostrará muchas veces a lo largo de su historia. Esta capacidad de lucha le ayudará a sobrevivir en tiempos de guerra, pero también le acarreará muchos problemas entre la tradicional sociedad estadounidense que no ve con buenos ojos que una mujer sea tan desenvuelta e independiente. Se encaprichará de Ashley Wilkes porque es el único hombre que no puede conseguir: él se casa con su prima Melany —muy parecida a él en gustos y aficiones— y aunque siente algo por Scarlett jamás traicionará a su esposa. Junto con Rhett Butler , el descarado y pícaro pretendiente de Scarlett , se formará un peculiar triángulo amoroso. Poco dada a los convencionalismos sociales, ella, hace es

UNA DE ROMANOS

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Había en ese amanecer de escarcha, un frío sordo y lacónico; dejaba en cada huella imprecisa, su marca, de lo que en la noche fue. Andaba sin rumbo, por un territorio desconocido entre guerreros desuniformados; sombras de una geografía desconocida, paisajes ignorados de la imaginación. Batallas sin guerrear en medio de una paz fingida, pagada a base de desencanto y deslealtad de ejércitos desertores. Gladiador sin espada, ni método; solo la paz… eso buscaba a través de campos de batalla, florecientes en otros tiempos. Viento del este, viento del oeste… en medio de un anacronismo que había dejado su impronta en una vía sin retorno. En medio de la nada encontró su paz…y, en la octava noche de aquel día sin término, despertó a la realidad de lo que había sido un sueño sin fin; el juglar entonó la canción que él había inventado y, al oírla, resonó como una tormenta extraviada que había permanecido en el olvido pero que resurgió con toda la fuerza de un huracán, arrancando hasta la ra

ESPERANZA

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Ha pasado casi un siglo de la muerte de Saturnino Calleja y aún el nombre de la editorial que fundó resuena en el dicho popular «tener más cuento que Calleja». Los niños pobres de España no habían leído cuentos hasta que los publicó este editor. Los cuentos que relatamos, que contamos para seguir engañándonos en un mar de imposibles, mucho más alucinante que todo lo recogido en los cuentos de calleja… Había una vez una calleja de nombre Esperanza, que por esas cosas del destino ha quedado borrada del mapa en el que un día estuvo ubicada; pero eso es otro cuento.  Desde esa callejuela que a lo largo de décadas vio pasar personajes y vidas desesperanzadas -mala elección del nombre-, inconcordancia con los habitantes de la misma. Testigo de vidas truncadas que, quisieron transformar una realidad indivisoria, porqué por más empeño que se ponga en ello, hay vidas de un solo carril que no permiten elección. Han pasado los años y dejado un reguero de baj

MIL PÁJAROS

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Esa especie de inercia que nos envuelve a veces quizá no sea más que un mecanismo creado por nuestra condición para la sobrevivencia. Un estado semi-inconsciente, que circunda nuestros sueños a fin de amortiguar una naturaleza de alerta-resorte para evitar caer peligrosamente en otras circunstancias. Un duermevela acomodado al momento que atesoramos, como esos niños que no quieren o no quisieran despertar a la realidad. Días como noches y viceversa, en las que todo se confunde o queda demasiado nítido, tanto, que nos negamos a tomar conciencia. Mil caminos andados y otros tantos desandados, a la deriva, sin rumbo, sin brújula que nos oriente…y en medio…la nada. Vacío sobre deshabitado…difíciles binomios para quien no aprendió a manejar las ciencias, y, las letras le pueden, en un mar de conjugaciones imposibles. Somos una pizca impalpable en un universo que no nos ve, irradiamos una luz invisible y opaca, soñamos…soñamos con ser descubiertos, con alcanzar la luz de una nueva ga

CAJÓN DE SASTRE

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En los albores de un nuevo año parece que entra como una especie de urgencia a la hora de hacer recuento de trescientos días que han pasado —para bien o para mal— dejando un poso de difícil calificación. Instalada en un realismo mágico del que comienzo a tomar conciencia y que empiezo a sospechar me conviene huir para no caer en pesimismos inductores de estados poco convenientes, prefiero creer que dos mil dieciséis en lugar de un año pésimo, ha sido un año puente de aprendizaje, intentando —no sé si conseguido— que todo ese bagaje adquirido sirva para enmendar errores o como poco para no cometer los mismos. Lo peor de todo son los propósitos de enmienda, terminan por quedar acomodados al final de un cajón del que no consiguen salir ni a gritos, siempre a vueltas con los desapegos que se anclan y no encuentran otra forma de vida que no sea quedarse en mi existencia. Nada permanece, todo es mutable por más que cueste admitirlo en según qué circunstancias. El desapego